Luis Meseguer, un compositor católico se lamenta: «Seamos honestos, se han empobrecido los cantos en la Misa». Este joven compositor trabaja para recuperar en las celebraciones litúrgicas el sentido de lo sacro.
La música ha tenido desde hace muchos siglos un importante papel a la hora de vivir la fe cristiana, bien con las grandes composiciones clásicas, el Magnificat de Bach o el Réquiem de Mozart, o con otras más actuales como las del grupo Hakuna o las de Hillsong. En este último apartado se inscribe el joven catalán Luis Meseguer, autor de Ángelus, Sanctus o Liturgia misal, para órgano, y director de la revista de arte sacro Transfiguración. En una reciente entrevista en la Asociación Católica de Propagandistas reflexiona sobre cómo se usa la música en la liturgia.
Para el autor la música religiosa está hecha para la religión, pero la música sacra tiene un valor añadido: es sagrada, ungida. La música moderna puede ayudar para la devoción popular o para la evangelización, pero durante la liturgia, la veo difícil. Veamos porqué: La reforma litúrgica del siglo XX puso mucho empeño en que el pueblo participase y se descubrió el aspecto comunitario de las celebraciones, pero para conseguirlo se han empobrecido los cantos, y es una pena. Para que haya equilibrio y la gente participe y pueda cantar, tiene que haber un buen nivel musical.
Ante todo, hay que partir de la Palabra. La liturgia tiene textos muy claros, el Kyrie, el Agnus Dei o el Sanctus, que han de guiar cómo debe ser la música. La Eucaristía es una fiesta y es sobre todo una boda: La de Jesús, el esposo, y nosotros, la Iglesia. Que sea muy solemne no quiere decir que sea una celebración aburrida. Seriedad no significa aburrimiento, pero hay que ser elegantes. El día de la boda los novios se vestirán con símbolo de respeto y amor entre ambos.
Como muchos no tienen sensibilidad musical debe haber un equilibrio entre cercanía al pueblo y liturgia. El problema es meter con calzador un lenguaje musical que al pueblo no le encaje. La música pegadiza capta la atención, pero existe el peligro de que atrofie la sensibilidad. Lo mejor es introducir pequeños pasajes que abran un poco las ventanas: en vez del canto habitual del santo, poner el Sanctus de Schubert, no todo tiene que ser Mozart ni cantos breves modernos, sino una mezcla de lo mejor de cada género. Hay quienes han disfrutado con el Veni Creator Spiritus gregoriano.
La revista anual Transfiguración quiere recoger el fenómeno del arte sacro actual, como algo global: no solo el arte litúrgico, también el arte donde se manifiesta lo sagrado. Hay artistas interesados en lo sagrado: en su álbum, Motomami, Rosalía concluye una canción con un audio de su abuela diciendo en catalán que Dios es lo más importante para ella. Además, cuenta con la colaboración de una fotógrafa que imprime sobre pan de oro, que habla de toda la tradición de fondos dorados e iconos bizantinos. Como obsequio, a los suscriptores se les entrega una radiografía del Niño Jesús, que simboliza el nacimiento de la revista. El primer número trataba sobre la luz, y poniendo esa lámina a contraluz, se ve cómo la luz se filtra a través de Jesús.
Sobre el texto
anterior, un lector comenta: La
Misa ha perdido el recogimiento y la unión espiritual con Dios que tenía hace
años. Ahora es un guirigay de guitarras, panderetas y voces desafinadas que
rozan el ridículo. Se ha eliminado el sentido trascendental de la función, en
sintonía con el mal gusto.
Guillermo Altarriba Vilanova
Periodista
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