No son fábulas ni cuentos infantiles, son breves narraciones de fácil comprensión cuya finalidad era el anuncio del reino de los cielos.
Jesús de Nazaret predicó hablando un lenguaje fácil de entender para que las gentes sencillas que lo seguían captaran su mensaje A veces se valía de las parábolas para enseñar la moral y las buenas costumbres, aunque también usaba un lenguaje directo para resaltar las virtudes o los vicios del comportamiento humano.
Benedicto XVI señala en su libro Jesús de Nazaret I, que «el Señor nos quiere invitar en todas las parábolas, de diversas maneras, a creer en el reino de Dios, que es Él mismo».
Las parábolas están planteadas para ser de fácil comprensión. Se basan en hechos u observaciones de la naturaleza y de la vida cotidiana del pueblo, que ayudaban a captar la escena. Como escribe Marcos (4, 33-34): «Con parábolas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado».
En el siglo XXI puede resultar complejo entender estas breves narraciones debido al desfase temporal y cultural, y hasta pueden resultar escandalosas, pero ahí está la novedad del mensaje de Jesús. Un mensaje que las más de las veces invitaba a la reflexión por sentirse aludido: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Para comprender las parábolas se requiere tener fe en Jesús, de lo contrario entenderemos lo obvio, pero no lo evangélico.
«Con las parábolas, Jesús, acerca al pensamiento de aquellos a los que se dirige una realidad que hasta entonces estaba fuera de su alcance. Mostrará cómo, en una realidad que forma parte de su ámbito de experiencias, hay algo que antes no habían percibido. Mediante la comparación, acerca lo que se encuentra lejos, de forma que con el puente de la parábola lleguen a lo que hasta entonces les era desconocido» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I).
Verónica Dalda López. Escritora
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