El arcoíris, además de ser un fenómeno óptico, simboliza la alianza de Dios con Noé.
El arcoíris
es un fenómeno óptico que se produce cuando los rayos de la
luz del sol se refractan en las gotas de agua suspendidas en la atmósfera. La luz, al entrar en esta zona, se descompone y genera
un efecto colorido en forma de arco con siete colores: rojo,
naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta.
La primera
teoría sobre el arcoíris se debe a Aristóteles; más tarde Séneca (65 d.C.)
teorizó sobre la formación del arcoíris y en el año 1665 Isaac Newton observó
que la luz blanca se descomponía en siete colores cuando sus rayos entraban en
un prisma. El arcoíris suele aparecer después de una tormenta, o en sitios
donde el agua produce salpicaduras, como las cataratas, y se ve en la dirección
opuesta del sol, que es a donde se dirigen sus rayos.
Miles de años antes de Cristo, Yahvé usó el arcoíris como señal de la alianza que hizo con Noé. Ocurrió así: Cuando Yahvé, -Dios-, vio que era grande la maldad del hombre en la tierra, sintió pesar en su corazón y se propuso eliminarlo junto a las bestias, los reptiles y los pájaros del cielo. Solo Noé agradó a Dios.
A Noé, un hombre justo, le habló Dios: «Voy a acabar con todos los mortales porque tienen una conducta depravada. Construye un arca de madera con un tragaluz y tres pisos, y tú entrarás en el arca con tu mujer, tus hijos y sus mujeres. También irán en el arca una pareja de cada especie de seres vivientes. Además, almacena víveres de toda clase para que sirvan de alimento a todos».
Noé cumplió la orden de Dios, se encerró en el arca y empezó a diluviar. Noé tenía seiscientos años. Las aguas se precipitaron sobre la tierra y una fuerte lluvia cayó durante cuarenta días y cuarenta noches. Las aguas subían de nivel y el arca flotaba hasta que quedaron sumergidas las montañas y perecieron todos los seres que se movían sobre la tierra: los pájaros, el ganado, las fieras, y también los hombres. Sólo quedó Noé y los que estaban en el arca.
Cuando las aguas empezaron a bajar, el arca se posó en el monte Ararat, el pico más alto de Turquía, situado al oriente cerca de la frontera con Irán. Al cabo de cuarenta días, Noé abrió el tragaluz del arca y soltó un cuervo que iba y volvía. Después soltó una paloma que, al no tener un sitio donde apoyarse, regresó al arca. Noé esperó siete días más y volvió a soltar una paloma que regresó trayendo en su pico una rama verde de olivo. Así supo Noé que las aguas habían bajado del todo.
Una vez que la tierra se secó, Noé oyó la voz de Dios: «Sal del arca con tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos. Saca también a los seres vivientes que están contigo –aves, ganado o cualquier clase de animales– y que llenen la tierra, sean fecundos y se multipliquen»
Noé salió acompañado de sus hijos, de su mujer y de las mujeres de sus hijos, levantó un altar a Dios y le ofreció holocaustos. Entonces dijo Dios: «Nunca volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque los designios del corazón humano son malos; tampoco castigaré a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo. Mientras dure la tierra, no cesarán la siembra y la cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche».
Dios bendijo a Noé y a sus hijos y les dijo: «Establezco mi alianza con vosotros y vuestros descendientes. Este arco será el signo de la alianza que establezco con todos los seres vivientes, para todos los tiempos futuros. Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arco me acordaré de mi alianza y no volverán a precipitarse las aguas del diluvio para destruir a los mortales». De esta forma quedó sellada la alianza de Dios con Noé, cuya señal es el arcoíris.
El arcoíris simboliza pues la unión del cielo y la tierra y representa la rúbrica del pacto misericordioso de Dios con el hombre. No es privativo ni exclusivo de ningún grupo humano, abarca a toda la humanidad sin distinción de raza, sexo, cultura, religión u otra condición humana. El pacto de Dios con Noé se extiende a toda la Creación y así será mientras dure la tierra, haga frio o calor, sea de día o de noche.
El arcoíris no solo aparece en el Genesis. Mucho después de Noé el profeta Ezequiel tuvo una visión a orillas del rio Quebar: “Vi un brillo, era como un arco que aparece en las nubes cuando llueve. Era la apariencia visible de la Gloria de Dios”. También san Juan en el Apocalipsis al referirse al trono de Dios, escribe: “Había un arcoíris alrededor del trono con aspecto de esmeralda”.
Finalmente, el salmo 104 insiste: “Dios se acuerda de su alianza eternamente”
José Giménez Soria
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