Apóstol, derivado del griego apostolos, significa “enviado”. Los apóstoles fueron los doce discípulos enviados por Jesús para predicar el Evangelio por todo el mundo, con esta consigna: “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos” (Mt. 28:19-20).
Los Doce difundieron el mensaje de salvación que les enseñó Jesús. Algunos fueron perseguidos y padecieron martirio. Los más conocidos son Pedro, su hermano Andrés, Santiago el Mayor y su hermano Juan; y en menor escala Felipe y Bartolomé.
Simón bar Jonás, luego llamado Pedro, nació en Bethsaida, Galilea, junto al mar de Tiberiades. Se estableció en Cafarnaúm, estaba casado, tenía hijos y vivía en casa de su suegra. Era un hombre sencillo, generoso e impulsivo y a veces no comprendía el mensaje de Jesús. Como líder del grupo, hablaba y respondía en nombre de todos. Con Santiago y Juan estuvo con Jesús en la resurrección de la hija de Jairo; en la Transfiguración y en la Agonía en el huerto de Getsemaní.
Fue testigo de la pasión del Señor; aunque el miedo lo acobardó y negó conocer a Jesús. Tras la resurrección fue confirmado como primado de los apóstoles. Empezó su actividad apostólica en Jerusalén, viajó por las ciudades de Lidia, Joppe y Cesárea, y de vuelta a Jerusalén fue apresado por Herodes Agripa I. Liberado de manera milagrosa, marchó a Antioquía y finalmente a Roma donde murió crucificado con su cabeza hacia abajo durante la persecución de Nerón en el año 67. Dejó escrita dos cartas dirigidas a gente humilde de las regiones de Asia Menor
Andrés, hermano de Pedro, era pescador y discípulo de Juan el Bautista a quien oyó decir cuando volvía del desierto: “Este es el Cordero de Dios”, señalando a Jesús que pasaba cerca de ellos. Se convirtió en el primer discípulo de Jesús y al ver a Pedro le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”. Fue su primer testimonio sobre Jesús. Presenció la mayoría de sus milagros y aprendió de sus predicaciones. En una ocasión, cerca de la Pascua, viendo al Señor preocupado por dar de comer a la multitud, fue el que descubrió un muchacho con cinco panes de cebada y dos peces, suficientes para multiplicarlos y saciar a la gente.
Después de la Ascensión, el día de Pentecostés, ungido
por el Espíritu Santo se dedicó a predicar el
evangelio. Según la tradición, Andrés murió en Patras, Grecia, en
el año 63 en tiempos de Nerón, atado a una cruz en forma de X y con la cabeza
hacia abajo. El gobernador
lo mandó arrestar y lo condenó a morir. La cruz
en forma de X es conocida como la cruz de San Andrés.
A Santiago y Juan, hijos de Zebedeo y Salomé, también pescadores, Jesús los llamó hijos del trueno, por su fuerte carácter. Santiago, llamado el Mayor, fue de los preferidos por Jesús y muy activo. Con Pedro y Juan estuvo en la Transfiguración del monte Tabor y en la Oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní. Su madre pidió a Jesús que en su trono celestial situara a los dos hermanos uno a su derecha y otro a su izquierda, una petición tan vanidosa, que disgustó a los demás. El Señor le contestó con una lección de humildad y Santiago aprendió a ser humilde.
Tras la muerte de Jesús, Santiago formó parte del primer grupo de la Iglesia de Jerusalén. Predicó en los confines de la tierra y San Isidoro de Sevilla dice que “predicó en Hispania”. Arrestado y torturado en el año 42 por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea, murió decapitado. Desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la catedral de Compostela, tal vez fuesen unas reliquias llevadas desde Palestina.
Juan, el discípulo amado, fue de los íntimos de Jesús. Era muy impulsivo, estuvo cerca de Jesús en la última Cena, siguió el proceso de su condena, subió al Calvario con María y fue testigo de su crucifixión y muerte. Estando junto a la cruz Jesús le encomendó a su Madre y él la recibió como algo propio. Cuando oyó a María Magdalena que habían quitado la losa del sepulcro, subió con Pedro, entraron y vieron los lienzos en el suelo y creyeron en la resurrección. Fue perseguido por Domiciano y desterrado en la isla de Patmos por dar testimonio de Jesús. San Jerónimo asegura que luego vivió en Éfeso en compañía de la Virgen María y murió a la edad de 94 años en la época de Trajano. Escribió el cuarto Evangelio, tres cartas y el Apocalipsis. Según san Pablo, Juan, Pedro y Santiago son las columnas de la Iglesia.
Felipe era de Bethsaida. Jesús lo conoció después que a
Pedro. “¡Sígueme!”, lo llamó. Conocía las Escrituras y esperaba la venida del Mesías, y al ver en Jesús algo especial, lo siguió. Compartió
la noticia con su amigo Natanael: “Hemos visto a Jesús, hijo de José, de
Nazaret, del que habló Moisés”. Natanael dudó: “¿De Nazaret puede salir algo
bueno?”. De corazón sincero, y algo tímido, Felipe tuvo espíritu misionero;
además de compartir con Natanael su encuentro con Jesús, se ofreció llevar a unos griegos que deseaban
conocer al Señor, a donde estaba. Predicó en Turquía, pero se ignora cuál fue
su destino final.
Natanael, más conocido como Bartolomé, se extrañó que Jesús, al verlo debajo de una higuera, lo reconociera, despejó sus dudas y le dijo: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel”. Para él fue un encuentro imborrable y una sincera confesión de fe, que más tarde lo llevaría al martirio. Predicó en la India y luego fundó la iglesia en Armenia donde proclamó el Evangelio haciendo el bien. Murió decapitado.
JGS
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