“La fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve”.
Según relata san Lucas en su Evangelio, Dios prometió a Simeón que no moriría hasta ver al Mesías, es decir, a Jesús. Durante generaciones el pueblo judío esperaba un Mesías, un Salvador, que viniera a rescatarlo como hizo al liberarlo de la esclavitud de Egipto. Simeón, un hombre justo y piadoso, que vivía en Jerusalén, esperaba pacientemente la consolación de Israel, y creía en la promesa de Dios de que vería al Mesías. Representa la piedad y la esperanza judía en la venida del Mesías y es un vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Simeón es una figura clave para entender el plan de salvación de Dios: reconoce al Niño Jesús como el Mesías y destaca su misión dentro del plan divino. La promesa de Dios se cumplió cuando María y José llevaron al Niño Jesús al Templo para consagrarlo a Dios y cumplir los requisitos de la Ley. Simeón, ya anciano, avisado por el Espíritu Santo, subió al Templo y al ver al Niño Jesús lo tomó en sus brazos, bendijo a Dios y dijo: “Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.
Simeón, religioso, servidor de Dios, hombre de gran fe y esperanza, poseía el carisma profético y por ello reconoció al Niño Jesús, si bien fue el Espíritu de Dios quien lo iluminó y movió su corazón para tomar al Niño en brazos. Se llama así mismo “siervo de Dios” y su encuentro con el Niño Salvador es un Consuelo, porque librará a Israel de la opresión y alcanzará la gloria predestinada por Dios.
José y María quedaron admirados de lo que Simeón dijo del Niño. Simeón los bendijo y dirigiéndose a María profetizó la suerte de Jesús que provocaría oposición y una espada traspasaría el alma de María, presagiando su sufrimiento durante la Pasión de su Hijo. Junto a ellos estaba Ana, una profetisa de edad avanzada que vivía en el Templo sirviendo a Dios; reconoció al Niño y lo alababa.
La vida de Simeón y Ana son ejemplos de fe, esperanza y paciencia. Su encuentro con el Niño Jesús en el Templo fue un momento de alegría y de agradecimiento a Dios por haber cumplido su promesa. Actualmente Simeón y Ana son los santos patronos de las personas mayores.
José Giménez Soria