lunes, 11 de junio de 2012

COCINA MODERNA

Sabido es que, desde tiempo ha, se han hecho un renombre ciertos llamados cocineros que “venden” platos con el señuelo de una cocina de diseño. No es que quiten el hambre pero dejan a dos velas el bolsillo de los comensales. Los más renombrados son Arguiñano, Arzak, Ferrán Adrià, Arola, Subijana y algún otro, que te sirven platos como el “Gallo asado con manitas de cordero, carabineros y aceite de albahaca y jabugo”; el “Timbal de alcachofas son flan de foie-gras al oporto”, o la “Ensalada de jeta de lechal y caracoles de mar” por poner tres ejemplos.
A estos sagaces empresarios les está superando desde hace años un afamado competidor. Se trata de un tal Javier Krahe, que en 2004 diseñó un plato llamado “Como cocinar un crucifijo”  cuya receta consiste en tomar un crucifijo, trocearlo, untarlo con mantequilla, meterlo en el horno y esperar tres días, al cabo de los cuales está en su punto y sale solo. A los católicos nos ofende que se use el símbolo que representa la Redención para tan chabacano invento.
Así lo entendió en su día el Centro Jurídico Tomás Moro que presentó una querella criminal por escarnio de las creencias religiosas contra el artista-cocinero. Ahora, al cabo de ocho años (la justicia va por la vía lenta) el Juez correspondiente ha absuelto al provocador cocinero, porque su señoría no ve delito en humillar los sentimientos religiosos de miles de españoles. Que el Señor le conserve su sapiencia.
Está más que probado que a los cristianos se nos ataca a través de los símbolos más queridos, y el crucifijo es el que se lleva la peor parte. O lo quitan o lo cocinan. ¿Y qué podemos hacer? Por lo pronto ser verdaderos apóstoles y no acomplejarnos. En la era de internet y de las redes sociales tenemos los instrumentos para contrarrestar ese acoso. Mostrar la cruz y el crucifijo ha de ser el objetivo preferente y de paso difundir por los cuatro puntos cardinales el rechazo a toda provocación. Si en Semana Santa sacamos a la calle nuestros crucificados, ¿por qué no enseñarlos todo el año para avivar la cristianización tan decaída?
Hace dos mil años San Pablo dijo a Timoteo en su segunda carta que vendrían “tiempos difíciles”, pues los hombres son “egoístas, avariciosos, irreligiosos, calumniadores, amigos más del placer que de Dios”. Es lo que ocurre hoy. Pero al cristiano “Dios no ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza y templanza”. “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”, le decía. Apliquemos pues la enseñanza de San Pablo contra la marea anticristiana con más fortaleza y menos vergüenza sin reír la gracia a los que cocinan platos de mal gusto porque nos insultan, diga lo que diga un juez.

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