sábado, 29 de febrero de 2020

EN LA MUERTE DE UN HERMANO COFRADE


La Semana Santa, un don de Dios.
 

Se estaban cerrando las puertas de la Cuaresma y en unos pocos días se echaría a la calle el Santo de los Santos, Jesús Nazareno cargado con la Cruz, caminante por plazas y calles en procesión de Penitencia rodeado de penitentes que compartían su sufrimiento. Cerca del trono de la Sagrada Imagen marcharía don José Rodríguez Jiménez, Hermano Honorario de la Cofradía, un titulo recién otorgado por los cofrades “moraos” que se hizo patente en la ceremonia celebrada días antes, el 7 de marzo de 2010, primero del Quinario, en el Altar Mayor de Santa María y acogido por las manos protectoras y misericordiosas de Jesús Nazareno.
 

Va para diez años de aquella memorable fecha que ahora recordamos con hondo pesar, porque nuestro Ilustre Hermano Honorario la benevolencia del Dios Altísimo le ha conferido el don divino de su bendición: le ha llamado para subir el último tramo del Monte Sión confortándole con las sabias palabras de Moisés: “En Él está tu vida, así como la prolongación de tus días” (Dt. 30,20).
 

En aquella ocasión los hermanos de la Cofradía concedieron un titulo honorifico a un cofrade, “morao desde que recibió las aguas del Santo Bautismo”, según él decía; practicante de confesión cristiana en el sentir y en actuar, persona de gran virtud, que durante lustros nunca desmayó en su continuado servicio a la Cofradía, en su tesón por mantener su legado y por su profunda y filial devoción a Cristo Nazareno con la Cruz y en el Santo Sepulcro.
 

En el ceremonial de acogida el Hermano Mayor Pedro J. García Sánchez lo recibió con estas palabras: «Para los “moraos”, sin la menor duda, su ejemplo de Vida de servicio es una enseñanza que nos orientará por el camino de los valores cristianos, para procurar que nada nos arranque la fe que nos une a Cristo en una Iglesia joven. Esto nos lleva a distinguirle con este reconocimiento que le hago en nombre de todos los cofrades moraos a los pies de Nuestro Padre Jesús Nazareno, a quien pido su Bendición para usted y su familia»
 

De don José Rodríguez cabe decir que dedicó toda su vida a su familia, a la Justicia y a una inmensa devoción a Jesús Nazareno. A los cofrades inculcó gran sabiduría cristiana, como fruto de su altura intelectual y de sus conocimientos religiosos. Sirva de ejemplo la catequesis magistral impartida al recibir la distinción de Hermano Honorario. Comenzó por cómo se formó nazareno para elogiar el valor de la Semana Santa y las procesiones: «Quien les habla nació nazareno y se formó en el seno de una familia consagrada durante generaciones a cultivar la devoción al Divino Redentor y a servir a la Hermandad que lleva su nombre en variadas circunstancias y avatares históricos, siempre con la modestia y plenitud de nuestras posibilidades pero impulsados por la sinceridad de nuestros sentimientos; los principios aprendidos en escuela tan inolvidable, conllevan que haya tenido y tenga el honor de sentirme nazareno, lo que acrecienta vuestro gesto, por cuanto significa mantener encendida la luz de la fe que profeso, la que aprendí de mis mayores.
 

La Semana Santa constituye un don de Dios, tesoro de la Iglesia, que despierta sentimientos dormidos y aviva rescoldos inextinguibles. La palabra, la conversión, la penitencia, la gracia, la conmemoración en los templos de la Cena del Señor, de su pasión y muerte, la adoración de la Cruz Gloriosa, llevan al creyente al hecho más importante de la vida de la Iglesia y de la historia de la Humanidad.
 

Los desfiles procesionales, desde la laboriosa y compleja preparación que requieren, y la manifestación de arte y religiosidad popular, al servicio de la fe, -contemplación bella, tronos e imágenes de religiosa inspiración, orfebrería, vestuario e insignias, faroles, candelabros y tulipas que lucen las noches santas; aromas y colores que emanan incienso, cera, flores y armonía de música y sentimientos íntimos de fieles y penitentes-, transforman calles y plazas en templos vivos, expresión de piedad profunda, catequesis evangelizadora, reflejo de unos hechos históricos, la vida y doctrina de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, Salvador y Redentor del mundo, que nos llama a su encuentro e invita a aceptar el mensaje del Reino de Dios que proclama el Evangelio, mensaje de amor, misericordia, paz, esperanza y salvación».
 
«De mi niñez –continuó-recuerdo a Jesús con la toalla ceñida en la procesión de la noche del Jueves Santo, antes institución de la Eucaristía y Sacerdocio que presagian el drama inminente de la angustia, el abandono, la pasión y muerte del Justo. De mis tiempos de adolescencia y juventud, Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario en la mañana esplendorosa del Viernes Santo, que hacía brillar las escenas de la Pasión y Muerte del Señor y enciende los corazones de cuantos sentimos la Semana Santa como símbolo de vida y esperanza. Ahora, con los nuevos horarios, nuestro Padre Jesús ilumina, no solo la noche incomparable y misteriosa del Viernes Santo albojenses, sino el sentido y razón de ser de todas las cosas: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”»
 

Metido de lleno en el misterio de la Redención y en la herencia legada por Cristo, dijo: «El sacrificio en la cruz del Cordero Inmaculado abre la inteligencia ante el plan salvífico de Dios, que redime por amor a toda la humanidad. En su esencia y motivación encuentran sentido todas las cosas y cada uno de los acontecimientos históricos sometidos a reflexión en estos días santos». Sobre la herencia Eucarística anotó, «“Prodigio excelso”, misterio y profusión de la entrega amorosa de Dios, presencia real en las especies de pan y vino, renovación diaria de su sacrificio ante el altar, lección permanente e impagable de amor», y del Sacerdocio apuntó: «Es respuesta positiva a la llamada de Dios, renuncia abnegada, dedicación absoluta al ministerio sacerdotal, a la Iglesia y a las necesidades de los demás. En palabras del Santo Padre. “La misión del sacerdote es ser mediador, puente que conecta dos realidades aparentemente muy separadas: así lleva al hombre a Dios, a su redención, a la verdadera luz, a la verdadera vida”. Por ello, por la ayuda que nos prestan y por el bien que hacen, en el presente año sacerdotal les rindo, complacido, homenaje de oración, afecto, respeto, apoyo, honor y reconocimiento, en la persona del venerable sacerdote que tan dignamente nos preside». Y un tercer apunte sobre el amor fraterno: «Mandamiento nuevo del amor fraterno, del amor sin límites, que nos identifica con el mismo Jesucristo, al que debemos buscar en nuestros semejantes, en los más débiles, pobres y necesitados, en materia y en espíritu. De ello se nos examinará al final como exigencia de la fe que profesamos, cimentada en la Resurrección del Señor que anuncia el Evangelio en su plenitud».
 

No olvidó el papel corredentor de la Santísima Virgen: «Siempre con María, madre de la Redención, nueva donación de Cristo crucificado a la Iglesia y a todos los hombres, junto a la Cruz, asociada a la obra redentora, presente en el dolor, de pie, fuerte y firme ante el abatimiento, conforme con la voluntad de Dios, en Jesucristo su Hijo. La compañía esperanzada y consoladora de la madre, las nobles vivencias del alma durante los días de Semana Santa, la procesión del Santo Sepulcro, la indescriptible manifestación de la religiosidad popular de los albojenses, nos animan y preparan para celebrar gozosos la gran Vigilia Pascual y las fiestas de la Resurrección gloriosa de Jesucristo, las más solemnes, alegres y relevantes de la Iglesia y de todos los creyentes, como base esencial y razón de ser de la fe que profesamos».
 

Y para remate una reflexión sobre actitudes cofrades: «La sociedad actual suscita motivos fundados de inquietud y preocupación; ello nos impulsa a despertar los valores evangélicos que tenemos confiados y a ofrecerlos de manera atractiva a los demás. Resulta pues necesario, además de perfeccionar las manifestaciones de culto externo, fomentar la colaboración con la Iglesia en la que nos insertamos sin limitarla a estas festividades, sino extendiéndolas a todo el año. La participación en la vida de la Iglesia, dejan a nuestra reflexión la importancia de llenar de contenido religioso, espiritual y social, las tareas dirigidas al servicio de Dios y del hombre».
 

Finalizó reiterando su expresión de gratitud, especialmente, a Nuestro Padre Jesús Nazareno que movió “la grandeza de alma de quienes me han otorgado el preciado título de Hermano Honorario de la Cofradía”. Como colofón miró hacia su Sagrada  Imagen y elevó su canto: “¡Gloria y honor a ti. Ven Señor Jesús!”.
 
        Don José Rodríguez Jiménez falleció el día 22 de febrero a la edad de 93 años en Murcia, habiendo recibido los Santos Sacramentos y la bendición apostólica de Su Santidad. Rogamos una oración a Nuestro Padre Jesús Nazareno para que acoja su alma en su gran misericordia.
 

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