viernes, 21 de noviembre de 2008

LA ENCUMBRIDAD

… o cualidad de cumbre.

“Cosa que contiene una buena dosis de desafuero y de irreflexión”.

Como estamos en una época que cada quisque se inventa su palabro, permítaseme que contribuya a engrosar las páginas del diccionario con esta ocurrencia, ahora que tenemos cumbres hasta en la sopa.

Y es que hay cumbres para todos los gustos. Las hay de prebostes de la política, del deporte, de las finanzas; las hay familiares, de los animales del zoo, de los accionistas de la empresa, de los ejércitos y hasta de los obispos: Cada gremio, actividad, grupo, colectivo o profesión, tiene su cumbre, y si no es así no son nadie, no pintan nada en este mundo tan encumbrado en la feria de las vanidades.

Practicando las cumbres se adquiere cualidad de incumbridad, que es virtud propia de zotes y pronto será obligatoria en Educación para la Ciudadanía. Las cumbres son como los líderes: salen como hongos. Hay líderes a troche y moche: El primero de la liga de futbol, es el líder de la división; el presidente del gobierno también es líder, lo mismo que el jefe de la oposición; incluso el presidente de la comunidad de vecinos, es el líder; el canal Mengano de la TV es el líder de la noche; en la familia, el padre es ahora el líder; el sol lidera el día y la luna lidera la noche del colectivo de estrellas. La prensa, la radio, la televisión y ahora Internet, se las apañan solitas para deformar, o peor para devaluar, el significado de las palabras, y el anglicismo líder no se libra de ello. De líder ha derivado el verbo liderar, o sea lo que nos faltaba. Con el tiempo el diccionario de la RAE se reducirá a dos acepciones: una para el sustantivo líder que ensalzará a todo ente imaginable, y la otra para el término liderar que será el verbo líder de todos los escritos y conversaciones.

La última y más sonada cumbre ha sido la de los veintitantos líderes del llamado G-20, que como un solo hombre se han puesto en primer tiempo de saludo ante el súper líder norteamericano George W. Bush, en su Casa Blanca de Washington. Objetivo, arreglar (?) la crisis económica que nos acosa. Pero, horror, toda la ciencia política mundial reunida en torno a las barras y estrellas, solo ha servido para repetir frases hueras, palabrerías, cifras (y hasta chascarrillos), más que oídas en las últimas semanas sobre economía financiera, ese concepto que pocos dominan, y menos los de ese foro. Eso sí, nuestros egregios líderes (vuelta otra vez) mundiales, han comido codornices y cordero con vino de California y se han hecho una foto risueña. Faltaba un líder importante: el líder de la pobreza que, como tal, ni sale en la tele ni tiene otorgado el título de líder, aunque represente virtualmente a millones de pobres repartidos por todo el mundo. Es el líder sin título reconocido, pero el más afectado. Se le puede encontrar en un rincón de África; en cualquier portal de América; o pidiendo limosna a la puerta de una iglesia europea. Para este pobre sin liderazgo, no hay foto.

En la cumbre de Washington ha estado ¡cómo no! nuestro líder máximo el Señor Zapatero, (allí Mister Rodríguez) al que le gusta tanto una cumbre, que cuando se afeita por la mañana ante el espejo, se cree reunido consigo mismo, en cumbre unipersonal que ya es la leche. Ha participado, con los demás, en la gran decisión unánime de convocar otra cumbre para marzo o abril. ¡Una de cumbres por favor…! ¡Oído cocina!

Si imperara el sentido común, -cosa escasa en estos tiempos-, antes de la cumbre washingtoniana, los técnicos y expertos en economía financiera y los duchos en la de andar por casa, tendrían que haber estudiado a fondo fórmulas, remedios o soluciones para paliar los estragos de esa crisis económica y evitar que fuera tan gravosa para los pueblos de la Tierra. Y podrían haber apuntado una buena fórmula, desafortunadamente en desuso, como es la del ahorro. A los recientes años pasados atiborrados de consumismo sin ton ni son para disfrutar de un bienestar fatuo, sigue de corrido la recesión doméstica que nos hemos buscado. Se ha despreciado el lúcido trabajo de la hormiga, eficaz y ahorrativa, para acomodarnos a la felicidad pasajera de la cigarra, y ahora toca pagar la cuenta. La práctica del ahorro, que supone no vivir por encima de las posibilidades de cada uno, siempre ha sido fructífera para cuando vienen mal dadas, o lo que es peor cuando uno se va al paro. Por cierto ¿algún encumbrado líder de la magna cúspide habló de los desempleados? ¿Lo hizo Sarkozy, o Ángela Merkel? ¿Y Mister Rodríguez?

Reúnanse día y noche, -veinticuatro horas sobre veinticuatro-, los equipos de economistas de las instituciones comunitarias para que piensen y habiliten planes que protejan y defiendan el bien común, y cuando tengan hechos estos deberes digan a los líderes nacionales que los acepten y los pongan en marcha, con cumbre o sin cumbre, con cordero o sin cordero, pero ¡trabajen coño!

Y un ruego para nuestros políticos. Bajen de los altares circenses en que se han montado, huyan de la incumbridad, gánense el jornal que les pagamos y dejen de decir tantas chorradas que ya somos mayorcitos. Ábrase visto…

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