lunes, 24 de febrero de 2025

NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE

La Iglesia, con Cáritas a la cabeza, hace lo imposible por ayudar a los más necesitados. Lucha contra la pobreza con todos los medios a su alcance, con la colaboración de quienes marcan la casilla de la declaración de la Renta a favor de la Iglesia y los que depositan sus limosnas.

Después de ayunar cuarenta días, Jesús tuvo hambre y Satanás le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en pan”, a lo que Jesús respondió: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

 

Dios dio al ser humano una fuente de alimento para el alma, el pan bajado del cielo. En cierta ocasión afirmó Jesús: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que lo coma vivirá eternamente” y lo confirmó después instituyendo la Eucaristía como prenda de la gloria que acerca al ser humano con Él mismo. La Comunión es la mejor muestra de Caridad que puede ofrecer la Iglesia.

A veces la vida de la Iglesia se justifica por el bien que hace con los más necesitados, como si erradicar la pobreza material fuera su misión. Dar de comer al hambriento o dar posada al vagabundo son obras de misericordia que palían necesidades elementales, mas no hay que olvidar el banquete eucarístico que atenúa la pobreza espiritual.

Dios nos dado una fuente de alimento verdadero para el alma: su Hijo Jesucristo. Él es el pan del alma, y “el que se alimente de este pan vivirá para siempre” (Jn. 6:58). Necesitamos alimentarnos diariamente y compartir el Pan de vida para saciar el hambre espiritual del mundo.

Poniendo al pobre en el centro, se desplaza a Dios. Si se auxilian a los pobres y no les falta de nada, se acaba con la pobreza material, pero la Caridad bien entendida se completa enriqueciendo la pobreza espiritual. Hay que compensar la sed y el hambre, sin olvidar el vacío del alma.

Jaume Vives. Periodista

martes, 4 de febrero de 2025

SIMEÓN

“La fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve”.

Según relata san Lucas en su Evangelio, Dios prometió a Simeón que no moriría hasta ver al Mesías, es decir, a Jesús. Durante generaciones el pueblo judío esperaba un Mesías, un Salvador, que viniera a rescatarlo como hizo al liberarlo de la esclavitud de Egipto. Simeón, un hombre justo y piadoso, que vivía en Jerusalén, esperaba pacientemente la consolación de Israel, y creía en la promesa de Dios de que vería al Mesías. Representa la piedad y la esperanza judía en la venida del Mesías y es un vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Simeón es una figura clave para entender el plan de salvación de Dios: reconoce al Niño Jesús como el Mesías y destaca su misión dentro del plan divino. La promesa de Dios se cumplió cuando María y José llevaron al Niño Jesús al Templo para consagrarlo a Dios y cumplir los requisitos de la Ley. Simeón, ya anciano, avisado por el Espíritu Santo, subió al Templo y al ver al Niño Jesús lo tomó en sus brazos, bendijo a Dios y dijo: “Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

Simeón, religioso, servidor de Dios, hombre de gran fe y esperanza, poseía el carisma profético y por ello reconoció al Niño Jesús, si bien fue el Espíritu de Dios quien lo iluminó y movió su corazón para tomar al Niño en brazos. Se llama así mismo “siervo de Dios” y su encuentro con el Niño Salvador es un Consuelo, porque librará a Israel de la opresión y alcanzará la gloria predestinada por Dios.

José y María quedaron admirados de lo que Simeón dijo del Niño. Simeón los bendijo y dirigiéndose a María profetizó la suerte de Jesús que provocaría oposición y una espada traspasaría el alma de María, presagiando su sufrimiento durante la Pasión de su Hijo. Junto a ellos estaba Ana, una profetisa de edad avanzada que vivía en el Templo sirviendo a Dios; reconoció al Niño y lo alababa.

La vida de Simeón y Ana son ejemplos de fe, esperanza y paciencia. Su encuentro con el Niño Jesús en el Templo fue un momento de alegría y de agradecimiento a Dios por haber cumplido su promesa. Actualmente Simeón y Ana son los santos patronos de las personas mayores. 

                                                                                                               José Giménez Soria